El agua es esencial para la vida, para un desarrollo socioeconómico óptimo y para el medio ambiente. Sin embargo, actualmente muchas regiones del mundo tienen dificultades para poder satisfacer su demanda hídrica y garantizar un suministro de calidad. En España, la competencia por unos recursos hídricos menguantes está generando tensiones crecientes entre los distintos usuarios: agricultura, abastecimiento, producción de energía, suministro industrial, recreativo, turístico y medioambiente. El mayor consumidor de agua es la agricultura de regadío, con un 75% del total, pero se debe tener en cuenta que el regadío juega un papel estratégico para garantizar la provisión de alimentos a una población creciente, y que también es muy relevante desde el punto de vista del paisaje, la biodiversidad, el desarrollo rural y el equilibrio territorial.
En nuestro país, para intentar asegurar el abastecimiento de la población y el regadío, se han empleado tradicionalmente infraestructuras de regulación y de transporte de agua, como son los embalses y trasvases. Los embalses proporcionan 4/5 partes del agua que consumimos, permitiendo aprovechar el 53% de los recursos existentes (sin ellos sólo se podría aprovechar el 9%). Además, en periodos de sequía, son esenciales para garantizar el caudal ecológico de muchos ríos. Los trasvases complementan a los embalses permitiendo distribuir sus recursos más allá de su propia cuenca hidrográfica, abasteciendo a grandes núcleos de población (Barcelona, Bilbao, Cádiz, Huelva, Murcia o Valencia) y zonas regables de gran productividad. Estas infraestructuras también se utilizan con fines ambientales, suministrando a humedales como las Tablas de Daimiel (Trasvase Tajo-Guadiana); o evitando la sobreexplotación de acuíferos (Trasvase Júcar-Vinalopó). Además, los trasvases son grandes generadores de empleo en los sectores turístico y agroalimentario. En este sentido, cabe indicar que el valor de las exportaciones del sistema agroalimentario español en 2016 fue de 46.781 M€ (18,4% del total), donde las frutas (8.182 M€), y el grupo de las hortalizas y legumbres (5.893 M€) desempeñaron un papel muy importante. Destaca la circunstancia que las principales regiones exportadoras de frutas y hortalizas (Comunidad Valenciana, Andalucía y Región de Murcia), con más del 80% del total, se encuentran beneficiadas por trasvases.
La importancia de los trasvases en la planificación hídrica española se refleja en el funcionamiento actual de unas cuarenta infraestructuras de este tipo. Andalucía es la comunidad autónoma con mayor número (11), y también destaca la cuenca del Ebro, con 8 trasvases. El trasvase más importante en España es el Acueducto Tajo-Segura, que aporta agua al Guadiana, Júcar, Segura y a las Cuencas Mediterráneas Andaluzas, con un volumen medio anual trasvasado de unos 330 hm3. Además, destacan por su importancia el trasvase de Chanza-Piedras, de más de 167 hm3/año; el Guadiaro-Guadalete, de 110 hm3/año; el sistema Ter-Llobregat, que abastece una población total de unos 5 millones con unos 229 hm3/año; el Júcar-Turia, que varía entre 52 y 115 hm3/año; el Zadorra (Ebro)-Arratia (Ibaizábal) de 150 hm3/año; el Ebro-Campo de Tarragona, que suministra entre 60 y 80 hm3/año; el Tajo-Guadiana, hasta 50 hm3/año; el Negratín (Guadalquivir)-Almanzora, hasta 50 hm3/año; y el Júcar-Vinalopó, hasta 50 hm3/año.
A pesar de los beneficios expuestos, los trasvases han sido objeto de una gran polémica en los últimos lustros, alimentada principalmente por tensiones territoriales y medioambientales. A este respecto, es importante destacar que el Real Decreto Legislativo 1/2001, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Aguas, indica que las aguas continentales superficiales, así como las subterráneas renovables, integradas todas ellas en el ciclo hidrológico, constituyen un recurso unitario, subordinado al interés general; y cuya planificación hidrológica corresponde al Estado. La calificación de las aguas como dominio público estatal tiene una enorme trascendencia a la hora de regular los trasvases entre distintas cuencas hidrográficas. Así, en la Ley 10/2001, del Plan Hidrológico Nacional, se indica que toda transferencia se basará en los principios de garantía de las demandas actuales y futuras de todos los usos y aprovechamientos de la cuenca cedente, incluidas las restricciones medioambientales, sin que pueda verse limitado el desarrollo de dicha cuenca amparándose en la previsión de transferencias. Atendiéndose además los principios de solidaridad, sostenibilidad, racionalidad económica y vertebración del territorio.
Por otro lado, durante las últimas décadas se ha hecho un gran esfuerzo para intentar solucionar el persistente déficit hídrico de muchas zonas de nuestro país, aplicando medidas orientadas al ahorro de agua (modernización de regadíos, que según el INE ha supuesto una reducción del consumo de agua del regadío del 15,5% entre 1999 y 2015), a la reutilización de aguas depuradas, a la desalinización y a la incorporación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Sin embargo, estas actuaciones no han resuelto la problemática hídrica de nuestro país, agravada en las últimas décadas por el cambio climático, que según se estima provocará una reducción generalizada de las precipitaciones (del 5%, 9% y 17% en los períodos 2011-2040, 2041-2070 y 2071-2100, respectivamente) y disponibilidad de agua en España. Por tanto, las previsiones futuras sobre los recursos disponibles no son nada halagüeñas. Se debe señalar, que esta reducción previsible de recursos ya ha sido considerada en los Planes Hidrológicos de Cuenca 2015-21 recientemente aprobados. Del estudio de estos planes se desprende que existen demarcaciones hidrográficas deficitarias, como la del Segura (400 hm3/año) y Júcar (245 hm3/año); y otras con recursos susceptibles de ser trasvasados, como las del Ebro (2867 hm3/año), Tajo (2722 hm3/año) y Duero (1452 hm3/año).
Por todo ello, es importante resaltar el papel que los trasvases han jugado en la planificación hídrica Nacional, y que deben seguir jugando como una herramienta más de planificación, de la que no se debe prescindir si se quieren afrontar con éxito los importantes retos que será necesario abordar durante las próximas décadas.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en elEconomista Agua y medioambiente el 07/11/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario